lunes, 7 de noviembre de 2011

La última estrella de papel.



Contempla las estrellas que decoran la pared, de diferentes colores, estrellas pequeñas, muy pequeñas y otras  tan grandes como la palma de la mano.
- Son preciosas - dice pero no obtiene respuesta, suspira y camina hasta donde está su abuelo sentado. Golpea su hombro para llamar su atención, se pone a su altura. Habla en voz más alta y vocalizando despacio - Abuelo, son muy bonitas - él frunce el ceño y mil y un arrugas aparecen en su rostro, "una arruga por cada año" solía pensar su nieta y no iba muy desencaminada, pues ya tenía más de noventa años - Las estrellas... me gustan, son bonitas - repite aún más despacio que antes. Sabe que él no puede oírla, con los años ha ido perdiendo el odio, a veces es imposible entenderse; si le preguntas por su salud te contesta que hace un día maravilloso, pero no por ello su nieta deja se hablar con él de lo que sea, le da igual el tema de conversación sólo quiere hablar.  
- ¿Las estrellas? - Ella asiente con la cabeza y una sonrisa se forma en el rostro del anciano - Son muy fáciles de hacer ¿Quieres que te enseñe? - sus ojos chispean felices y los de su nieta también, no sabría decir a quien le hace más ilusión - Tráeme unas tijeras, y algo de celo...   
La chica vuelve al instante con todo lo que él le ha pedido, el hombre dobla cuidadosamente el periódico, no soporta que las páginas estén mal puestas, ella solo espera paciente a que termine y le explique de una vez por todas el secreto de las estrellas de papel. 
Él coge una revista cercana y recorta un círculo. Le pide a su nieta que haga lo mismo. Ella repite sus pasos, dobla el papel aquí y allá, pega esto y recorta lo otro, sonríe cuando compara el círculo que ha recortado con el de su abuelo: a pesar del Parkinson que le molesta desde hace años, de los molestos tembleques que le impiden mantener un pulso firme... el círculo que ha recortado es perfecto.  
- Debes hacer las cosas más despacio, atolondrada - ella gruñe, dobla la última punta de la estrella y se la muestra a su abuelo.  
- Vaya, ¡qué fea me ha quedado! - Se lamenta y trata de arreglar un poco la maltratada estrella. Él la coge y hace un par de dobleces. De nuevo ella observa en silencio, admirada por la habilidad de esas manos viejas moldeadas por el trabajo duro, él apenas mira la estrella, ha hecho muchas a lo largo de su vida y los movimientos resultan casi mecánicos. Le devuelve a su nieta una estrella perfecta.  
- Creo que me tendrás que enseñar otra vez cómo lo haces porque dentro de unos días se me olvidará.  
- Las próximas Navidades te recordaré cómo se hacen. - Le promete anciano. 
Ella creyó su promesa, la creyó porque él se lo prometió y porque... porque no se imaginaba un mundo donde no pudiese contar con sus consejos, sus manualidades, sus libros, sus cuentas matemáticas... no podía imaginar un mundo sin estrellas.  


Pero nunca cumplió su promesa, porque el año siguiente ambos se olvidaron, cuando ella recordaba el tema pendiente pensaba "bueno, otro día aprenderé" pero no llegó nuca ese día porque ¿sabéis qué? Las personas mueren, sí, mueren. Se van, desaparecen de la noche a la mañana sin importar las cosas que les quedan por hacer, sin preocuparse por los que dejan atrás simplemente se van y no regresan por mucho que llores, por mucho que te lamentes. Porque ella no se dio cuenta, hasta que fue demasiado tarde, del poco tiempo que les quedaba juntos, y sabe que no lo aprovechó, sabe que podría haber pasado mucho más tiempo junto a él y no lo hizo, no le escuchó lo suficiente. Después de su muerte se interesó por su pasado, por sus anécdotas de la juventud en un intento de conocer mejor a aquel hombre que siempre fue su referente, su modelo a seguir, pero no era igual que antes... porque él no estaba ahí. 
Y sin que ella se diese apenas cuenta pasó el primer año... sin él. Después el segundo... y así trascurrieron seis años, seis cumpleaños, seis Navidades, seis años durante los cuales pensó, que no volvería a sonreír... porque él no estaba, pero lo hizo aunque nunca se olvidó de él.  
Y ahora se encuentra frente a un montón de papeles. Tijeras en mano, recorta un círculo y vuelve a cortar otro cuando destroza el primero. "¿Cómo lo hacía? "Cómo era?" se pregunta pero no logra recordar los pasos que una vez le indicó. Corta un nuevo círculo y lo desecha al cabo de unos minutos de tortura. No desiste aunque siente que no podrá hacerlo. Corta un nuevo círculo  y así... sin más, cae en la cuenta "dibujaba una estrella, él dibujaba una estrella" Rápidamente la dibuja y algo le dice que está en lo correcto. Dobla el papel sabiendo que lo está haciendo bien y pega con mucho cuidado todos los pliegues.  
Deja caer sobre la mesa una estrella de papel arrugado, una estrella irregular muy parecida a la que hizo años atrás pero es una estrella como las de su abuelo... una como las que él hacia y rompe a llorar, llora porque le echa de menos, porque hace seis años que se marchó y todavía no puede creerse que no esté a su lado, porque un puede pensar en él, no puede hablar de él sin que un nudo se forme en su garganta, llora como una niña y se siente estúpida.  
Secándose las lágrimas busca una pequeña cajita en su cuarto, la abre y con mucho cuidado saca una estrella de papel azul, las guarda todas, toda las que pudo reunir, las guarda como un gran tesoro. Deja caer la estrella blanca que acaba de hacer y cierra la caja de nuevo. Abre su puño derecho y acaricia la estrella de papel dorado, el papel está suave y algo desgastado porque es su estrella favorita, se la regaló él... es la última que hizo, la última estrella de papel.

 Esta maravillosa historia la ha escrito Friki, que ha tenido la amabilidad de enviárnosla a nuestro correo. ¿Qué os parece? Yo creo que merece todos los puntos de la calificación ya que es buenísima.

  • Historia de Frikiloca.
  • Portada de Luu.
Con mis mejores felicitaciones para la autora;
Gritando en Silencio.

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