domingo, 27 de noviembre de 2011

Gracias al odio vino el amor.

 
Argus Filch se paró ante la puerta de la biblioteca ¿Cómo era posible que le temblara todo? Era incluso anormal. Estaba enamorado... Y no podía negarlo, ¿para qué? Ya no tenía ningún sentido.

La señora Norris maulló levemente frotándose contra las piernas de su amo.

- Luego estaré contigo, cielo... Ahora tengo cosas que hacer.

La gata pegó un bufido y se alejó. Seguramente se iba a asustar alumnos, era su pasatiempo favorito, pues se oía por ahí que la gata cazaba a los alumnos y luego avisaba a Filch.

Filch se arregló, como pudo, la camisa y echó un vistazo al maltrecho ramo de flores que había cogido. Abrió la puerta y allí la vio. Regañando a un alumno de primero. Estaba tan dulce cuando regañaba.

Irma miró a quien había entrado, esperando que no fuera uno de esos alumnos irrespetuosos. Pero no. No eran alumnos. Era él.

El alumno de primero se escabulló entre las librerías. Esperando que Pince no se diera cuenta.

Filch se acercó a ella con una sonrisa en la cara, o intentándolo.

- ¿Para mi? - preguntó ella casi emocionada cogiendo el ramo que él le tendía.

- Claro... Fe... Fe... Felicidades.

- Gracias - Irma sonrío. Esa preciosa sonrisa que tanto le gustaba a nuestro celador. - Nadie se acuerda de mi cumpleaños - suspiró.

- Yo sí.

- Es suficiente - susurró ella. - No tenías que haberte molestado.

- No fue una molestia.

La cara de Pince cambió. Se sentía tan cansada. Se acercó a una de las sillas y se dejó caer en ella.

- No soporto a estos críos... No puedo más.

- Son realmente molestos - bufó él. - Y ese maldito Dumbledore no me deja practicar mis métodos antiguos con ellos.

- Seguro que así aprenderían a respetarnos - dijo ella. - Y a mis queridos libros - cogió un libro al azar de la mesa y lo puso en su regazo.

- Me encantan tus libros - ella volvió a sonreír. Ambos se sentían bastante incómodos con esa situación.

- Creo que deberías volver a tu trabajo... Y yo continuar con el mío.

- Sí, sería lo mejor - dijo Filch, apartando la mirada de los ojos de Irma. - ¿Nos vemos luego?

- Claro...

- Adiós.

- Adiós.

Argus salió de la biblioteca. Aún le temblaban las piernas... No entendía bien porqué cuando hablaba con ella actuaba de esa forma, y menos porqué ella actuaba igual que él.

Ambos sabían que el otro era la persona en quien más podían confiar, además de que se comprendían mutuamente. Pero todas las conversaciones habían sido así.

Caminó hasta llegar a su despacho. La señora Norris estaba esperando en la puerta.

Filch cogió a su gata en brazos y abrió la puerta. Estaba igual que como la había dejado. Con sus cadenas y sus instrumentos de tortura... El único lugar donde se podía sentir completamente alejado de esos monstruitos.

Se sentó en la silla y cerró los ojos, imaginando, por milésima vez, la primera vez que vio aquella sonrisa... La sonrisa más bonita que había visto nunca.

Era Diciembre, de mil setecientos noventa y siete... Y aunque Hogwarts no había cambiado apenas, él si lo había hecho bastante. Su pelo, con algunas canas, estaba mejor peinado, y con aspecto más sano. Y en sus ojos había aparecido algunas arrugas. Así como en la cara y frente.

No era joven, pero tampoco era viejo. Con la Señora Norris a su lado.

- ¡Malditos, malditos, malditos...! - escuchó gritar. Se paró frente a la puerta de la biblioteca, extrañado. Segundos después la puerta se abrió de par en par.

James Potter, seguido por Sirius Black, salieron de la biblioteca corriendo, como si les fuera la vida en ello.

La puerta se volvió a abrir.

Filch fue a entrar, cuando alguien que salía abrió la puerta de golpe y chocó contra él.

Era Remus Lupin. Y eso si que no podía negarlo y mucho menos dudarlo. Se sabía todos los nombres de todos los alumnos problemáticos. Y aunque Lupin era buen estudiante, siempre estaba metido en todos los fregados.

- Lo siento - se excusó el muchacho, y después salió corriendo en la misma dirección que sus amigos.

El último en salir fue Peter, muy pegado a los talones de Remus... Este corría más lentamente, pero aún así escapaba.

Filch entró en la biblioteca. Y encontró lo que menos esperaba encontrarse. Irma Pince, la bibliotecaria, a la que solo conocía de las comidas y de pasada, lloraba sobre una pila de libros tendidos sobre una de las mesas. Sujetaba en sus manos uno en particular.

Argus se acercó y comprobó que el libro había sido rayado. La portada en particular. Con una caligrafía elegante y limpia...

- ¡Maldita sea! ¡Mira lo que han hecho! ¡James Potter ha rayado el nombre de su estúpida novia por todo mi preciado y amado libro! - la mujer gritó como si hubiesen matado a alguien.

Filch odiaba con toda su alma a esos cuatro, y aunque eso de rayar libros para él no tenía importancia, le fastidiaba que hubieran hecho llorar a una persona tan correcta como la bibliotecaria.

El celador miró a la mujer. Su pelo negro, recogido con un moño, brillaba de una forma inusual. Y sus ojos estaban completamente rojos por las lágrimas.

Se sentó en una de las sillas y enterró el rostro entre sus manos.

- Lo siento... Pero es que... Son tan... - hipó ella. Aún con el rostro lleno de lágrimas y con un nudo en la garganta.

- Lo entiendo... Tranquila, Madame Pince, esos monstruos tendrán su castigo, haré que limpien cada centímetro del castillo sin magia por esto - apretó los puños. - No hay seres tan odiosos como esos cuatro.

Ella levantó la cara y lo miró, entre la cortina de lágrimas de sus ojos.

- ¿Odias a esos burros? ¿Los castigarás por lo que le han hecho a mis libros? - preguntó más calmada, aunque con la voz débil. 
- Pues claro, no pueden salir ilesos de esto. Dañar un libro debería estar penado de muerte.

Ella sonrió, y él no pudo pensar en nada más. Ni siquiera en su gata.



Esta historia pertenece a ClaudiaLupinBlack,
aunque esta historia ha sido publicada en su
segundo perfil, LunaticWolf.
Nos ha parecido una historia original, por eso
está aquí. Esperemos que la disfrutéis y enhorabuena
a la escritora.
Besos, Lady Of Sorrows.


1 comentario:

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